Conclusión.


El solitario Mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas.

Todo es ocasión de reunirse.

Colores violentos, agrios y puros, sus danzas, sus ceremonia, juegos de artificio, trajes insólitos, frutos,  dulces, objetos que se venden en esos días en plazas y mercados.

Son incalculables las fiestas que celebramos, y los recursos y tiempos que gustamos en festejar.

Durante esos días el silencio mexicano silba, grita, canta, arroja petardos, descarga su pistola. Descarga su alma.

En ocasiones, es cierto, la alegría acaba mal.

Desaparece la noción misma del orden.

No hay nada más alegre que una fiesta mexicana, pero también no hay nada más triste.
La noche de fiestas es también noche de duelo.

La muerte es un espejo que refleja.

Dime como mueres y te diré quién eres.

Así se vive en Naolinco de Victoria la tradicional fiesta de Día de Muertos, la cual es un orgullo para todos los Veracruzanos.














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